jueves, 4 de septiembre de 2014

Los dos senderos

Y ahora, oh Maestro de Compasión, indica el camino a los demás hombres. Contempla a todos aquellos que,
llamando para ser admitidos. esperan en la ignorancia y en las tinieblas ver abierta repentinamente la puerta de la ley
suave.
La voz de los candidatos:
¿No revelarás tú, Maestro de tu propia clemencia, la Doctrina del Corazón? (1) ¿Rehusarás guiar a tus siervos al
Sendero de Liberación?
Dice el Maestro:
Los Senderos son dos; las grandes Perfecciones, tres:
seis son las Virtudes que trasforman el cuerpo en el Arbol del Conocimiento.(2)
¿Quién se aproximará a ellos?
¿Quién será el primero que en ellos entrará?
¿Quién oirá primeramente la doctrina de los dos Senderos en uno, la verdad sin velo acerca del Corazón Secreto? (3)
La ley que, rehuyendo el estudio, enseña la Sabiduría, revela una historia de angustias.
¡Ah! Triste cosa es que todos los hombres posean Alaya, (4) que sean uno con la Alma grande, y que, poseyéndola,
Alaya les aproveche tan poco.
Contempla cómo, a semejanza de la luna que se refleja en las aguas tranquilas, Alaya es reflejada por lo pequeño y lo
grande, se reverbera en los átomos más diminutos,. y sin embargo, no logra alcanzar el corazón de todos. ¡Ah, qué tan
pocos hombres se aprovechen el don, del inapreciable beneficio de aprender la verdad, de lograr la verdadera
percepción de las cosas existentes, el conocimiento de lo no existente!
Dice el discípulo:
Oh Maestro, ¿qué debo yo hacer para alcanzar la Sabiduría?
Oh tú, sabio, ¿qué haré para obtener la perfección?
Dice el Maestro:
Ve en busca de los Senderos. Pero, oh lanú, sé limpio de corazón antes de emprender el viaje. Antes de dar el primer
paso, aprende a discernir lo verdadero de lo falso, lo siempre fugaz de lo sempiterno. Aprende sobre todo a distinguir
la Sabiduría de la Cabeza, de la Sabiduría del Alma; la doctrina del «Ojo», de la del «Corazón».
Verdaderamente, la ignorancia se asemeja a un vaso cerrado y sin aire; el alma es como un pajarilla preso en su
interior. No gorjea ni puede mover una pluma, mudo y aletargado queda el cantor, y exhausto muere.
Pero aun la ignorancia misma es preferible a la Sabiduría de la Cabeza, si ésta no tiene la Sabiduría del Alma para
iluminarla y dirigirla.
Las semillas de Sabiduría no pueden germinar y desarrollarse en un espacio sin aire. Para vivir y cosechar
experiencia, necesita la mente anchura y profundidad y fines que la atraigan al Alma-Diamante.(5)
No busques tales fines en el reino de Maya; remóntate por encima de las ilusiones, busca al eterno e inmutable Sat,(6)
desconfiado de las falsas sugestiones de la fantasía.
Porque la mente es parecida a un espejo; cúbrese de polvo mientras refleja. (7) Ha menester de las suaves brisas de la
Sabiduría del Alma para que arrebaten el polvo de nuestras ilusiones. Procura, principiante, fundir tu mente con tu
Alma.
Huye de la ignorancia, huye igualmente de la ilusión. Aparta tu faz de las decepciones mundanales; desconfía de tus
sentidos, porque son falsos. Pero en lo interior de tu cuerpo, en el sagrario de tus sensaciones, busca en lo impersonal
al «hombre eterno», (8) y una vez lo hayas encontrado, mira hacia dentro: eres Buddha. (9)
Apártate del aplauso, oh tú, devoto. El aplauso conduce al engaño propio. Tu cuerpo no es el yo; tu YO existe por sí
mismo independientemente del cuerpo, y no le afectan ni los elogios ni los vituperios.
La propia alabanza, discípulo, es a manera de una torre elevada, a la cual ha subido un loco presuntuoso, que
permanece allí en orgullosa soledad e inadvertido de todos, excepto de él mismo.
El falso saber es desechado por el sabio y esparcido a los vientos por la buena ley. Su rueda gira para todos, así para
el humilde como para el soberbio. La «Doctrina del Ojo» (10) es para la multitud; la «Doctrina del Corazón» es para
los elegidos. Los primeros repiten con orgullo: «Ved, yo sé»; los segundos, aquellos que humildemente han recogido
la cosecha, en voz baja dicen: «Así he oído yo».(11)
La Voz del Silencio
Helena Blavatsky

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