“Todo aquello que se separa del estado Laya (estado
homogéneo) conviértese en vida activa conciente. La
conciencia Individual emana de la conciencia Absoluta y
a ella vuelve; y la conciencia Absoluta es el
MOVIMIENTO eterno.”
Axiomas Esotéricos
“Sea lo que fuere aquello que piensa, comprende,
quiere y obra, es algo celeste y divino, y por esto
mismo, ha de ser necesariamente eterno.”
CICERÓN
n la entrevista que M. G. Parsons Lathrop realizó en el Harper's Magazine, al gran
inventor americano Edison, este expone su creencia personal de que “los átomos
poseen cierto grado de inteligencia”47, y Parsons lo muestra como que se entrega
a estas y otras fantasías por el estilo. Por ese delito de imaginación la Review of Reviews
la emprende con el inventor del fonógrafo, y le critica señalando que «es muy inclinado
Edison a soñar, por efecto de estar siempre activa su imaginación científica.”
¡Ojalá los hombres de ciencia ejercitasen un poco más su “imaginación científica”, y un
poco menos sus negaciones dogmáticas y frías! Los sueños difieren. En ese estado
extraño del ser que, como dice Byron, nos coloca en condición de “ver con los ojos
cerrados”, percibimos con frecuencia mayor número de hechos reales que cuando
estamos despiertos. La imaginación es, de nuevo, uno de los elementos más poderosos
de la naturaleza humana o, según palabras de Dugald Stewart, “es el gran resorte de la
actividad humana y el principal origen del progreso humano… Destruid esa facultad, y
el estado de los hombres quedará tan estacionario como el de los animales”. Es la mejor
guía de nuestros ciegos sentidos, sin la cual jamás podrían estos conducirnos más allá
de la materia y sus ilusiones. Los mayores descubrimientos de la ciencia moderna son
debidos a la facultad imaginativa de los investigadores; pero, ¿cuándo ha podido
exponerse jamás novedad alguna, si ésta contraría y contradice a otra teoría anterior
cómoda y admitida, sin que la ciencia ortodoxa se le eche encima desde el primer
momento tratando de aniquilarla? Harvey también fue tenido al principio por un
“soñador” y un loco de atar. En conclusión, toda la ciencia moderna está formada por
hipótesis “de trabajo”, frutos de esa “imaginación científica”, como oportunamente dijo
Mr. Tyndall.
¿Ha de rechazarse la idea de la existencia de conciencia en cada átomo del universo, y
la posibilidad para el hombre de un completo dominio sobre las células y los átomos de
su cuerpo y considerarla un sueño por no haber sido honrada hasta ahora con el
imprimatur de los Papas de la ciencia exacta?
El Ocultismo enseña esto. Nos dice que cada átomo, semejante a la mónada de
Leibnitz, es, en sí, un pequeño universo; y que cada órgano y célula del cuerpo humano
están dotados de un cerebro propio con memoria, y por lo tanto, experiencia y poder de
discernimiento. La idea de la Vida Universal compuesta de vidas atómicas individuales,
es una de las doctrinas más antiguas de la filosofía esotérica, y la muy novedosa
hipótesis de la ciencia moderna, la hipótesis de la vida cristalina, es el primer rayo que,
emanando del antiguo centro luminoso de la sabiduría arcaica, ha llegado hasta
nuestros sabios. Si puede demostrarse que las plantas están dotadas de nervios,
sensaciones e instinto (que no es sino otro nombre de la conciencia), ¿por qué habría de
negárselos a las células del cuerpo humano? La Ciencia divide a la materia en cuerpos
orgánicos e inorgánicos, sólo porque rechaza la idea de la vida absoluta y la de un
principio vital como entidad: de otro modo, sería la primera en ver que la vida absoluta
no puede producir ni un punto geométrico, ni un átomo siquiera que sean inorgánicos
en su esencia. Dicen que el Ocultismo, “enseña misterios”; y el misterio, es la negación
del sentido común, así como la metafísica no es sino una especie de poesía, según diría
Mr. Tyndall. El misterio no existe para la ciencia; y por lo tanto, como un Principio Vital
es y ha de seguir siendo eternamente un misterio en los planos físicos para los
“cerebros” de nuestras razas civilizadas, por tanto, los que tratan esa cuestión tienen
que ser necesariamente locos o farsantes.
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