El Atma-Vidya es la única clase de Ocultismo a que debe aspirar todo prudente e
inegoísta teósofo admirador de Luz en el Sendero. Las demás modalidades de Ocultismo
son ramificaciones de las ciencias ocultas, esto es, artes basadas en el conocimiento de
la última esencia de todas las cosas en los reinos de la naturaleza (mineral, vegetal y
animal) . Quien conoce esta última ciencia conoce también el reino material de la
naturaleza, por invisible que sea dicha esencia y por mucho que hasta ahora haya
escapado a las investigaciones científicas.
La alquimia, astrología, fisiología oculta y quiromancia tienen su razón de ser en la
naturaleza, y las ciencias que acaso por su inexactitud se llaman exactas en esta época
de paradójicas filosofías han descubierto algunas de estas artes.
Pero la clarividencia, simbolizada en la India por el "Ojo de Siva" y llamada en el Japón
"Visión infinita", no es el hipnotismo, ni el mesmerismo, ni se adquiere por medio de
tales artes. Todas las demás modalidades del ocultismo pueden dominarse y obtener de
ellas resultados buenos, malos o indiferentes; pero el Atma-Vidya no les da mucho
valor, pues a todas incluye y aun a veces las utiliza con benéficos propósitos después de
eliminar las escorias y tener cuidado de que no quede ni el menor elemento egoísta.
Expliquemos la cuestión. Toda persona puede estudiar cualquiera de las mencionadas
"artes ocultas" sin preparación especial, sin restringir demasiado su género de vida ni
depurar gran cosa su moralidad; pero en este caso, el noventa por ciento de los
estudiantes que se hayan distinguido en una razonable modalidad de magia se precipitan
desaprensivamente en la negra.
Pero como unos y otros han de cosechar los frutos de sus acciones en el arte negra, los
practicantes occidentales no dejarán de obtener gozoso provecho aunque luego reciban
su castigo porque el hipnotismo y la vivisección, tal como se practican en Occidente,
son pura y simple hechicería, menos el conocimiento que poseen los vudús y dugpas, y
que ningún Charcot ni Richet puede adquirir en medio siglo de arduos estudios ni
experimental observación. Por lo tanto, que se queden sin Atma-Vidyia o verdadero
ocultismo quienes lo desdeñan para chapucear en la magia, consciente o no de su índole,
y rechazan por demasiado rigurosas las reglas impuestas a los estudiantes. Dejémoslos
que sean magos por cualquier medio, aunque durante las diez encarnaciones siguientes
no pasen de vudús y dugpas.
Sin embargo, el interés del lector se concentrará probablemente, en quienes sienten
invencible atracción hacia el Ocultismo, aunque todavía no hayan subyugado sus
pasiones ni mucho menos sean verdaderamente inegoístas. ¿Cómo proceder con estos
desgraciados a quienes así desgarran por mitad fuerzas antagónicas? Porque demasiadas
veces se ha dicho para que haya que repetirlo, y es cosa evidente para cualquier
observador, que una vez despertado de veras en el corazón del hombre el anhelo por el
Ocu1tismo, no le queda esperanza de paz ni lugar de descanso y consuelo en el mundo.
Una incesante y roedora inquietud, que no puede apaciguar, lo empuja a las más
desoladas y ásperas circunstancias de la vida. Su ánimo es demasiado pasional y
egoísta para permitirle el paso por las Puertas de Oro, y no halla paz ni descanso en la
vida ordinaria. Así pues, ¿ha de caer inevitablemente en hechicería y magia negra y
acumularse durante muchos años un karma terrible? ¿No hay otro camino?
Seguramente lo hay. No aspire a mayores cosas que las que se sienta capaz de cumplir.
No eche sobre sus hombros una carga demasiado pesada. Aunque no llegue a ser un
Mahatma, un Buddha o un gran santo, si estudia la filosofía y la ciencia del alma podrá
ser un modesto bienhechor de la humanidad, por más que carezca de facultades
"sobrehumanas", pues los siddhis o facultades del arhat se reservan únicamente
para los capaces de consagrar su vida al cumplimiento al pie de la letra de los terribles
sacrificios que su adquisición requiere. Ha de saber y recordar para siempre que el
verdadero Ocultismo o Teosofía es la incondicional y absoluta renunciación de la
personalidad en pensamiento y obra. Es altruismo, y quien lo practica queda
enteramente escogido de entre las filas de los vivientes, tan luego como se entrega a la
obra, porque "no vive para él sino para el mundo"
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